Ante la velocidad a la que avanzan las tecnologías de la información y el entretenimiento, he decidido que hoy vamos a relajarnos y hacer un alto en el camino de bits y pantallas.
Si hablamos de bibliotecas, hoy día los conceptos de "biblioteca" y "préstamos" están indisolublemente unidos. Pero las bibliotecas, además de garantizar el acceso a la cultura de todos los ciudadanos, tienen la función de preservar y salvaguardar los libros más valiosos. Son muchas las bibliotecas que cuentan en sus fondos con ejemplares raros, primeras ediciones o manuscritos únicos. Así ha sido desde sus inicios.
En la Edad Media, antes de que Gutenberg inventara la imprenta, ya existía la costumbre de dividir los libros entre los que se prestaban y los que eran solo de consulta. Conscientes de que los libros en general eran un bien escaso y muy preciado, los monjes solían encadenar los libros de consulta a las estanterías, los bancos o los atriles para garantizar su conservación. Así nació la costumbre de encadenar bibliotecas, una práctica de la que apenas queda rastro en la actualidad. Sin embargo, existen todavía unas pocas bibliotecas que mantienen sus libros encadenados, tal y como se hiciera hace siglos.
La Royal Grammar School fundada en 1500 en Inglaterra contiene uno de los pocos ejemplos que quedan de la práctica de encadenar los libros a los estantes. Todavía hoy, la biblioteca mantiene encadenados ejemplares que datan de fines del 1400, incluyendo dos primeras ediciones de los Principia de Isaac Newton.
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